
Son padres conscientes de que la sociedad es cada vez más rígida, menos maleable. Está cada vez más enferma, casi agonizando y prácticamente carente de muchos de los valores que nuestros progenitores trataron de inculcarnos sin, al parecer, demasiado acierto (quizás fallaron las formas, quizás no supimos aprender, quizás…).
Son padres conscientes de ello que han decidido decir basta, mi hijo llegará a esta sociedad sabiendo qué está bien y qué está mal, sabiendo respetar y sabiendo hacerse respetar y será un hombre de bien (o una mujer de bien) y para ello educan a sus hijos. No les castigan, les explican por qué han hecho algo mal y las consecuencias que de ello se derivan. No les pegan, se agachan, les miran a los ojos, y les cuentan qué es lo que esperan de ellos y les explican que deben tratar a los demás como a ellos les gustaría ser tratados. No les gritan… o bueno, quizás alguna vez, que es difícil quitarse de encima ciertas herencias, pero tratan de no hacerlo y cuando consideran que se han excedido, son capaces de tragarse el orgullo, abrazar a sus hijos y decirles que sienten haberse enfadado tanto y que, la próxima vez, tratarán de hacerlo mejor.
Si van a conseguir que sus hijos sean personas de bien o no, no lo sé. Es difícil saberlo porque a un niño no sólo lo educan sus padres, sino también su entorno, pero si de algo estoy seguro es de que estos padres harán lo posible por que así sea. Son padres maravillosos. Ojalá lo logren, el mundo necesita ciudadanos respetuosos, amables, creativos, implicados, humildes, cariñosos, educados y libres.
No caigáis nunca, no desfallezcais. Vuestros hijos os necesitan. Dijo Bertolt Brecht:
"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles. "
No hay comentarios:
Publicar un comentario